Ese día, empezó tranquilamente. Me desperté temprano -después de mucho tiempo que no lo hacía-. Tome un tiempo para pensar acostado en mi cama, mientras anita (una muy buena señora que nos ayuda en la casa) insistentemente interrumpía mis pensamientos diciendo: “chopi, alístese que tiene que trabajar”. Por Dios, eran las 6 a.m. y entraba al trabajo a las 8:30 a.m., así pues en marcha me aliste, desayune y esperé un tiempo prudente para salir a lo que sería mí último día de trabajo de este año en Inpsicon.

Era una mañana calmada, sin mucho ajetreo menos trabajo (Por lo menos para mí). El tiempo fue pasando lentamente como para prolongar mi estadía en la oficina. En el ambiente, se rumoraba que en la noche habría una reunión que serviría para despedirme y para pasar un rato ameno y jocoso con la gente de la office. La hora de salida a almorzar llegó como a eso de la 1:00 p.m. En la tarde la carga laboral para todos iba a ser menor (pues habían programadas dos presentaciones), llegue a eso de las 4 a la oficina y pues me senté en mi espacio habitual de trabajo a tratar de resolver unos juegos de ingenio que amablemente me había prestado mi jefe. Eran 5, pude con 4.

Lo que la gente no sabía era que estaba esperando el momento para entregar un detallito que aunque no tenia un uso en especifico, lo había hecho con mucho cariño para las personas que muy amablemente me brindaron su confianza y apoyo por algo mas de siete meses. Solo preparé el detalle, no soy muy bueno con las palabras. En realidad me cuesta un poco a veces decir “te quiero” o tener muestras de afecto con las personas. Al principio no sabía como lo iba a entregar, que decir o que hacer. Por eso tome la salida alternativa más rápida posible entregarlo sin decir nada y de uan (one), esperar que alguien hiciera un comentario y ya. Pero el comentario fue: “Pilas, que migue va a decir unas palabras”, que demonios pensé, no tenia palabras para describir lo bien y mal que me sentía, dije lo primero que iba procesando mi cabeza de lo que recibía de mi corazón. Fue en ese momento que una de las espectadoras, escribió este acróstico.